Frente a este escenario, el sector inmobiliario tiene un rol clave: la forma en que se diseñan, gestionan y actualizan los edificios impacta directamente en el consumo de recursos, las emisiones y la reputación de las organizaciones.
A nivel global, el real estate comercial representa un porcentaje significativo del uso de energía y de las emisiones asociadas. Por eso, alinear la gestión de los activos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ya no es opcional: es una estrategia de continuidad, eficiencia y posicionamiento. Certificaciones como LEED o WELL son hoy marcos de referencia para evaluar desempeño ambiental, confort y bienestar en el uso diario de los espacios.
Pero la sostenibilidad no se construye con una sola acción ni se mide solo por intenciones. Cada vez más empresas adoptan herramientas como los reportes GRI (Global Reporting Initiative), que permiten medir y comunicar con claridad el impacto económico, social y ambiental de sus operaciones. Estos reportes, además, conectan directamente con los compromisos asumidos frente a la Agenda 2030 y ofrecen un marco común para rendir cuentas ante inversionistas, equipos internos y comunidades.
En Argentina, la falta de un marco normativo nacional sobre eficiencia energética en edificios existentes plantea un desafío. Pero también abre una oportunidad para que el sector privado se anticipe, lidere y genere ventajas competitivas. Muchas compañías ya lo hacen, a través de intervenciones escalables que combinan resultados medibles con acciones concretas: desde mejoras en iluminación y ventilación, hasta rediseños pensados para el uso real de los espacios.
Este enfoque también está impulsado desde adentro. Cada vez más colaboradores exigen entornos saludables, accesibles y alineados con valores sostenibles. Esa transformación cultural refuerza el compromiso institucional y amplifica el impacto de cada decisión.
La sostenibilidad ya no puede ser solo un gesto: necesita consistencia, estrategia y seguimiento. En tiempos donde los presupuestos exigen precisión y crecen las expectativas sobre el compromiso ambiental de las organizaciones, los edificios corporativos se convierten en una expresión visible de cómo cada empresa elige mirar —y habitar— el futuro.
En Cushman & Wakefield ayudamos a empresas, propietarios e inversores a transformar sus activos alineándolos con los ODS, los estándares GRI y los desafíos actuales. Porque anticiparse también es una forma de liderar.
Rehabilitar el presente, proyectar el futuro: los edificios frente a la Agenda 2030
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